La primera piedra

«EL MAIDÁN se niega a desarmarse». «El día de la cólera ha llegado». «Los saqueadores ocupan edificios por su cuenta». «Rusos y hebreos predominan en el Parlamento». «Entre los distintos sectores de la plaza ha habido disputas e incluso tiroteos...». No puede echarse a perder una ocasión tan arriesgada pero tan favorable como la presente: ha costado demasiadas vidas ya; se ha pagado con demasiadas esperanzas; ha sido origen de demasiadas ilusiones. Es la verdadera madre de un futuro deseado largamente. Que los ucranios aten, por fin, los cimientos de su casa nueva, de su nueva patria, de esa que se han transmitido de padres a hijos y ha sido objeto de su vida. Entre todos, mirándose, animándose. Si no ponen, con el corazón y los brazos abiertos, un punto y aparte escribiendo, tras este prólogo, un primer entusiasmado capítulo de amor y de esperanza, no adelantarán nada. Ni de Europa. Es en su corazón donde han de mirar hoy. Para ser ellos más que nunca, los mismos, los auténticos: todos unidos para un fin idéntico, para un común proyecto tan anhelado. El de ser ellos, los de antes, los de siempre, los más puros sin conducir ni manejar. Ser los suyos, los dueños de sí mismos. Es esta la ocasión. Por nada de este mundo ni del otro pueden permitir que se les vaya o que se la arrebaten.